La urgencia de preservar el patrimonio
19 de septiembre de 2023
| |Fotos cortesía del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana
El primer cañonazo retumbó como un trueno en aquella mañana calurosa de agosto, y su respuesta, igualmente ruidosa, hizo sacudirse a la tierra de la ladera, que comenzó a deslizarse por la pendiente con el susurro del polvo que cae de un tamiz. El desconcierto se dibujó en el rostro del arqueólogo, colgado de una soga a la que sujetaba con un brazo, y llevando en la otra uno de sus instrumentos de trabajo. Pero antes que sus colegas pudieran reaccionar, se escuchó nuevamente un cañonazo, y luego otro más, hasta que aquellos retumbos hicieron parecer que debajo de la loma de San Carlos de La Cabaña, palpitaba un corazón acelerado, que encontraba su eco en el mar de la bahía.
Finalmente, las detonaciones se detuvieron, y el arqueólogo que trepaba por la cuerda hasta llegar a sus colegas, se acercó a toda carrera otro miembro del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, para explicar lo que había sucedido: El buque-escuela ruso Perekop estaba entrando por la Bahía de La Habana y había sido recibido con salvas de artillería, como es costumbre desde hace siglos. El susto dio paso a las risas, y las risas al silencio, antes de regresar al trabajo. Cada minuto de excavación estaba cronometrado, y el trabajo que realizaban era demasiado importante como para no aprovecharlo al máximo.
***
Sabía que mi visita al Gabinete de Arqueología no podía extenderse demasiado. Con el procesamiento de los datos de las prospecciones, el tiempo de socialización era nulo, y aún otros compromisos de trabajo se habían aplazado hasta que concluyeran los trabajos. Sin embargo, tuve el privilegio de ser recibido por Karen Mahé Lugo Romera, quien se desempeñó como Jefa de los trabajos de campo que se realizaron durante tres meses en La Cabaña, en el marco del Proyecto de Cooperación Internacional Arqueo-Cuba: arqueología y sostenibilidad ambiental por una cooperación territorial de enfrentamiento al Cambio Climático. Dicho proyecto es dirigido por Lisette Roura, quien también se encuentra a cargo del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
A pesar de la abrumadora carga de trabajo, la especialista Karen Mahé conservaba el buen ánimo: “Estas investigaciones están haciendo realidad el sueño de los que estuvieron antes que nosotros”, me comenta, y comienza a mencionarme los nombres de Roger Arrazcaeta, Carlos Alberto Hernández, Julio de Mendoza, Tony Ramos y de un muy largo etcétera, de quienes los arqueólogos actuales son orgullosos continuadores.
Y aquella afirmación suya despierta mi curiosidad, y surge naturalmente la pregunta sobre qué es lo que esperan lograr de sus trabajos en las laderas de la Cabaña. “Como sabes, el Proyecto Arqueo-Cuba se encarga de la investigación de sitios de gran interés arqueológico, que corren el riesgo de verse expuestos a los efectos perjudiciales del cambio climático, y más allá de un lugar histórico, La Cabaña es un verdadero paisaje natural y cultural que forma parte de la vida de las personas que habitan en nuestra ciudad.”
Las inundaciones, los incendios y los huracanes son siempre espadas de Damocles que penden sobre cientos de años de Historia, peligros a los que se les une la actividad humana. Para Mahé, uno de los mayores propósitos de estas excavaciones era el de hacer un llamado de alerta que incentivara a la protección de los espacios aledaños a nuestros sistemas de fortificaciones, que son Patrimonio de la Humanidad, y a la vez, abrir la oportunidad a nuevas investigaciones en el futuro.
Y el potencial de estos proyectos futuros es ciertamente alentador. En las laderas de La Cabaña, los arqueólogos encontraron restos de estructuras que formaban parte del antiguo sistema sanitario, que desembocan directo en la Bahía de La Habana, y que invitan a exploraciones submarinas. Lo anterior resulta interesante para quienes ven la arqueología desde afuera, es comprobar cómo el paso del tiempo eleva en importancia a lugares que en el pasado fueron abyectos e ignorados. Las investigaciones en La Cabaña encontraron la relación entre esos espacios dentro de este sistema defensivo, a los que se llama “Comunes” en los planos históricos, y las canales, cuya evolución y uso pudo haberse extendido hasta el período de la Intervención Militar Norteamericana.
Otros descubrimientos prometedores se llevaron a cabo en un espacio que es conocido informalmente como “el basurero de los soldados”, y del que arqueólogos profesionales y aficionados han extraído objetos, desde fechas que anteceden a la existencia del propio Gabinete de Arqueología. También se ha confirmado la existencia de restos de antiguos muros, que se cree que servían para contener a los deslaves de rocas y de tierra de las laderas.
Aunque aún es muy pronto para poder presentar toda la información que se ha descubierto en las excavaciones, Karen Mahé asegura que toda la materialidad documentada a través del registro arqueológico reavivará el interés en la zona. El acceso a estos espacios ha sido complejo, y la realización de los trabajos arqueológicos se ha dificultado por la tupida vegetación, la verticalidad de los sitios, y las temperaturas récord, que hicieron que el verano de 2023 fuera el más caluroso de la Historia.
“Soy de la opinión, y la comparten muchos de mis colegas, que este ha sido uno de los trabajos más difíciles que hemos realizado en nuestras carreras. Y la razón principal se debe a las altas temperaturas con las que hemos tenido que trabajar. Éramos 12 personas, divididas en tres equipos de a cuatro: hombres, mujeres, jóvenes y veteranos, y el calor nos llevó a todos al límite. Y cada verano seguirá siendo igual o más caluroso. Las excavaciones van a volverse más complejas, y si no nos apuramos, el paso del tiempo, la desidia y la exposición a los elementos, reducirán el legado arqueológico que aún nos queda por develar.”
Lo cierto es que son tan importante los recursos y las voluntades, que son necesarios para continuar preservando nuestro patrimonio natural, cultural e histórico, como los seres humanos que llevan a cabo este trabajo, y que poseen habilidades, conocimientos y experiencias que resultan irreemplazables, y que, sin embargo, deben preservarse y multiplicarse como los tesoros arqueológicos que ellos protegen.
Estos son los protagonistas de la expedición de la Cabaña: Sonia Menéndez; Marcos A. Acosta; Roberto Verdecia; Osvaldo Jiménez; Diana E. Almeyda; Arlene Cordero; Armando M. Angulo; César Alonso; Alejandro Nolasco; Yanisely Rodríguez; Eduardo Martell; y Julio E. de León. Ellos, así como Karen Mahé, y Lisette Roura, quienes continuarán trabajando en el proyecto Arqueo-Cuba en otros espacios de La Habana y Matanzas.
Aunque no alcance el espacio en este artículo para resaltar sus logros individuales, sus nombres tendrán que ser pronunciados cada vez que se hable de la arqueología cubana de nuestros tiempos, y que luego la vida decida qué será llevado por el olvido, y qué permanecerá en el recuerdo.
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