Una luna también multipolar
21 de agosto de 2023
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Para ejercer su dominio y chantaje sobre el resto del mundo -incluidos sus socios y aliados- el imperialismo norteamericano ha recurrido invariablemente a la posesión del monopolio o de la exclusividad en la esfera de que se trate, ya sea civil o militar, científica, cultural o de cualquier tipo.
Esa política sin principios que, en mayor o menor medida han ejercido todos sus gobiernos desde que ese país imperial existe -independientremente de partidos, grupos o tendencias políticas en su interior- va quedando al descubierto y en los últimos tiempos exhibe su desnudez mientras se aferra desesperadamente a viejos esquemas, amenazas, agresiones y sanciones por doquier.
La decadencia del imperio yanqui, armado cada vez más hasta los dientes, conlleva los mayores peligros para el resto de la humanidad pues en un acto de insensatez y ceguera sin límites puede conducir al planeta en su destrucción, incluidos los propios Estados Unidos y su inocente población.
No otra cosa expresa Donald Trump cuando vocifera: “Hagamos a América grande otra vez…” y procura exaltar los más bajos y primitivos instintos de chovinismo y prepotencia. Joe Biden le sigue los pasos con otros métodos pero con los mismos objetivos, rematados por contradicciones no antagónicas que suelen aparecer entre los grandes grupos económicos, sus intereses y sus representantes.
La carrera del imperio yanqui por apoderarse también del control, el dominio y el monopolio del espacio extraterrestre o a mediados del siglo pasado, cuando se sintieron sobresalir vencedores de la Segunda Guerra Mundial como absolutos.
Mantenían aún el monopolio del arma nuclear (bomba atómica y de Hidrógeno) y de la cohetería intercontinental, lo cual perdieron poco tiempo después a mano de la Unión Soviética y otras potencias que les sucedieron en la posesión de tales artificios de muerte y destrucción.
Fue desde entonces que se propusieron trasladar la propiedad monopólica al espacio extraterrestre, con fines preferentemente de superioridad militar, incluyendo las variantes más sofisticadas de inteligencia y reconocimiento. Husmear al mundo como una forma de mostrar poder.
Las fuerzas armadas de Estados Unidos organizaron un comando espacial que formaría parte orgánica de la estructura del Pentágono al que destinarían miles de millones de dólares para su operatividad.
Sin embargo, el reciente anuncio por parte de Rusia de que cumplirá su primera misión a la luna y colocará un hombre en el espacio lunar como paso inicial de un programa de mayor alcance con novedosos avances en la exploración espacial pone fin definitivamente al monopolio yanqui de la investigación espacial, donde Rusia comienza a actuar con todas las consecuencias que de ello se derivan.
Altamente significativo es que todo tenga lugar en medio de la rusofobia desatada por Washington en ocasión del conflicto ucraniano promovido por la OTAN, las inútiles sanciones económicas contra Moscú y la enloquecida guerra mediática global lanzada por el gobierno imperialista a través de sus medios mundiales.
El hecho cierto es que el mundo multipolar llegó también a la luna, que ya no es monopolio yanqui de dominación, amenaza y agresión.
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