Pregones y pregoneros
15 de junio de 2023
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El pregón es una institución popular urbana donde los vendedores o facilitadores ambulantes proponen un sinfín de mercancías o servicios que lo mismo pudo ser en un antaño lejano, el arreglo de un colchón o el bastidor de una cama, el ofrecimiento de un cucurucho de maní, pasando por la bebida de ocasión, o el frío “yelo” del norte envuelto en sacos de yute. Dentro del pregón cabe todo, es infinito, aunque para el caso, más nos interesan aquellos que se dedican a ofertar las bondades de productos alimenticios o parecidos.
El pregonero no estudia en ninguna escuela constituida para la preparación de tal, pero sigue inconscientemente algunas reglas no escritas que cada uno interpreta y expone a su manera. El pregón requiere una cadencia acompasada, se aprovecha de trucos fonéticos para resaltar su mensaje, es pegajoso al oído, debe parecer simpático dentro de la seriedad de su objetivo y tener una marcada individualidad para ser único, particular, original. ¡Cuántos pregones hemos oído y recordamos con especial nostalgia!
Cuando la sociedad cubana experimentó un giro radical en la década de los años sesenta del pasado siglo, el trabajo de comercio individual y privado desapareció y con ello se perdieron el pregón y el pregonero en una larga bruma. Pero cuando las amarras se soltaron nuevamente, de momento apareció sin previo aviso y sin que nadie lo aconsejara ni lo frenara, el pregón y su autor intelectual y material: el pregonero. Y regresó con las mismísimas características de antaño y de siempre. Bienvenidos nuevamente los pregoneros.
Evidentemente que el pregón callejero no se inventó en Cuba, pero de lo que si estoy seguro es que es más viable en países donde el clima permite desenfadadamente circular por las calles en atuendos ligeros. Un lustro en los países del este de Europa me convenció que no sería fácil salir a la calle con diez o veinte grados bajo cero a pregonar piroski o alguna verdura de estación en Moscú o Varsovia. No obstante, si los vi estáticos y enfundados en gruesos abrigos, bufandas y gorros, pregonar papas de excelencia o tocino entreverado en medio de un mercado abierto, ciertamente con una temperatura soportable. Así, también he visto vendedores pregonar sus mercancías en otros lugares. Casualmente, en la capital mexicana, he tenido la experiencia de comprar en la calle y al reclamo voceado de un vendedor ambulante, el insuperable pan dulce de orejas.
Todo indica que desde hace ya mucho nos acompañan los pregoneros. En un acta del cabildo habanero de 1557, se dice entre otras cosas “Otro si: porque muchas negras e otras personas andan por las calles bendiendo longanizas e buñueslos e maiz molido sin postura de diputado en lo que benden no se les a puesto precio de cuya causa recibe perjuicio ansi mismo benden pasteles e tortillas de maiz e de catibias…” Y en 1884 John Mark, en su Diary of my trip to America and Havana: “Se pregona mucho por las calles. Algunas veces las canastas se llevan en la mano o en la cabeza, pero más generalmente a lomos de mulo… de esta forma toda clase de pan, pescado, frutas y confecciones, pollos vivos, guineos, etc. Son distribuidos…”.
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