Hablando con Anton Arrufat

22 de mayo de 2023

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Francisco Delgado

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Anton Arrufat, Cuba, Cultura, Literatura

 

Aún la voz de Anton Arrufat me recuerda su prosa. Esa metáfora viva cubierta de antojos y simulacros. De un hombre sorprendido por el oficio de escribir, que en más de una ocasión jugó con las caricias de la muerte y su propia existencia.

Arrufat viajó por el ancho mundo de lo desconocido, como pocos de su generación, admirando el ideal de la discordia, interrogando la duda y la fe, desafiando el voluntarismo. Su obra vuelve como relámpago a la búsqueda de la memoria, en esos pasos perdidos de la sensatez, la emoción y el humor desatinado.

Como aquel mismo espiritu de sus poemas, convirtiendo el hito en cultura, heredando la más auténtica vanguardia literaria. Una suerte de idea del ser, que acompañaría sus puestas en escenas, su mayor conquista de intelectual hereje. Aquel, capaz de huir de la palabra prohibida y de las formas preconcebidas en el arte.

 

 

Quizás por eso, su primer libro escrito en el año 1962, “En claro”, compilación de sus poemas de la adolescencia, brota de la tragedia de su testimonio natural. Allí donde la historia, la familia, las puertas secretas, la imaginación y las vestidas como saltimbanquis coquetean con el más sabio de los dioses griegos.

En esa misma columna del cuerpo y el alma, que como causa célebre habita en los enigmas de la verdad, como en la crueldad de los sentimientos y la virtud del posible renacer. Siempre como llamando a la polémica de su pieza “Los siete contra Tebas” del año 1968, por la cual obtuviese el Premio de Teatro de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC).

Lo más admirable de sus relatos y escritos se halla en ese ir y venir de traduciones y confesiones contemporáneas, donde las partes toman el encargo de la universalidad. Es así como sus textos repasan las lineas de las páginas de las más renombradas revistas de Europe, L’Arc, Les Lettres, Quimera, Siempre, Ever green, como en tantas otras de las principales editoriales cubanas.

Con “Repaso Final”, recibiría el Premio Casa de las Américas, y más tarde, el Premio de la Crítica Literaria con “La caja está cerrada”. Otros dos títulos legitimarían su frenesí creador en el ámbito del pensamiento como fueron “Lirios sobre fondos de espadas”, del año 1985, y “La tierra permanente”, esta última del año 1987.

Premio Nacional de Literatura por el conjunto de su obra, recibió el beneplácito de un público culto y amante de la más exótica de las escrituras. Así lo confirma su novela “La noche del aguafiestas”, por la cual también llegó a merecer el Premio de la Crítica Literaria.

 

 

Este sería el puro concepto ortodoxo de la paradoja. Una evocación afrodisiaca del maestro de los canales interiores del Yo. El poeta que siempre prefirió la metáfora para disolverse en la eternidad. Allí donde lo luminoso es sinónimo de conocimiento, frescura y sueño.

Vuelvo, entonces, a la furia de la juventud de Anton Arrufat para hablarle con la boca, entre la selva y el oceáno, como atento a sus afirmaciones intensas. Encontrando en su esencia de poeta, el más inesperado antojo de seguir viviendo, de seguir escribiendo versos y, por qué no, para continuar especulando sobre la más extraña de las ideas: la existencia.