El fin de curso
18 de junio de 2013
|Desde el balcón de mi vivienda observo cada día el ajetreo de niños uniformados que, casi siempre acompañados de algún familiar, adelantan sus pasos cuando saben que se acerca la hora del matutino y deben llegar a tiempo para, frente al busto de nuestro Apóstol José Martí, cantar el Himno Nacional.
Como todo lo cotidiano aquel ir y venir hacia y desde la escuela me resulta un hecho que solo me percato cuando una madre advierte en voz alta a su pequeño para que camine más rápido o para que no se suelte de sus manos a la hora de atravesar la calle.
También, como es lógico, esa rutina me trajo recuerdos de mi infancia, aunque en el campo de Barajagua, allá por Cueto en la provincia de Holguín, ni había calles, pero al matutino frente a la escuela y en honor a Martí nunca se podía llegar tarde, aunque distaran casi seis kilómetros entre la casa y la escuela.
Por estos días estamos en tiempos de fin de curso. Al lado de mi casa la niña Camila, unas veces en su balcón y otras en la mesa del comedor bajo la mirada severa de Beatriz, su mamá, adelanta las tareas y es advertida de posibles lagunas en una u otra materia.
En mi caso, también por otras razones, estoy inmerso en lo relacionado con el fin de curso. Una joven pinareña que culmina sus estudios como Licenciada en Periodismo de la Universidad de La Habana, quiso o más bien le sugirieron que yo fuera el “oponente” en el Tribunal universitario que evaluará su Tesis sobre el tema palestino.
Eso será este jueves y confieso que me causa gran alegría hacerlo por cuanto contribuye a mi ya segura convicción de que los egresados universitarios de hoy están muy bien preparados, son avezados en sus investigaciones y quizás si algo pude “reprochar” a la alumna Analeida, fue el uso —para mí un poco exagerado— de citas académicas, de esas que luego le resultan más difícil llevar a la práctica cuando se enfrentan a la redacción diaria en un medio.
Pero dejemos esta parte local del tema aquí y analicemos otras realidades, sin ánimo de comparación alguna.
Acudí a la fuente más fiable; la UNESCO, y de acuerdo con su informe, hay en el mundo de nuestros días 57,2 millones de niños sin escolarización.
De esa alarmante cifra, 29,8 millones viven en el África Subsahariana. También especifica el informe de la UNESCO que el 20 por ciento de los niños africanos no han ido nunca a la escuela o la han abandonado antes de terminar la enseñanza primaria.
Otra arista no menos compleja de la situación que afronta la educación hoy en el planeta, es la privatización de la enseñanza en muchos países, con el consiguiente alto precio de las matrículas y los libros escolares, todo en detrimento de que puedan acudir a las aulas los niños y jóvenes de familias pobres o de bajos ingresos.
Las manifestaciones estudiantiles diarias por parte de los estudiantes universitarios chilenos, constituyen un ejemplo evidente de cómo enfrenta el sistema neoliberal capitalista el respeto a uno de los principales derechos de los seres humanos, el de aprender a leer y escribir y prepararse para una profesión digna en bien del progreso propio y de la sociedad.
Esos ejemplos son los de “otros fines de curso” que, como en el caso chileno, hasta con manchas de sangre han mostrado su verdadera cara.
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