No olvidar a Assange ni a Manning
11 de junio de 2013
|Mientras los acontecimientos mundiales más recientes y relevantes ocupan los primeros planos de la actualidad, generalmente decididos por intereses o conveniencia de los grandes consorcios de medios de comunicación que sirven local y mundialmente al capital transnacional, otros no menos importantes pueden quedar relegados con el decursar del tiempo, sobre todo cuando hay intención premeditada de que no escalen los titulares durante períodos muy prolongados.
Es el caso, por ejemplo, del periodista australiano Julián Assange, fundador del portal digital Wikileaks, quien conmovió al mundo y en particular al gobierno de Estados Unidos cuando dio a conocer mediante ese sitio miles de cables confidenciales intercambiados por el servicio exterior estadounidense, altamente reveladores de las falsedades, dobles raseros, intrigas y mentiras de todo tipo que caracterizan y muestran la fase más siniestra de la política exterior de Estados Unidos.
Como era de suponer, toda la ira y la prepotencia del Imperio cayeron sobre el periodista Assange, que se vio acosado y perseguido por Washington al que sumaron servilmente sus aliados de Gran Bretaña y Suecia para de diversas maneras y con falsos pretextos intentar atrapar al incómodo periodista y dar un sonado escarmiento que lo llevara tras las rejas un buen tiempo o, si era posible, el resto de sus días.
Recordemos que el próximo 19 de junio se cumplirá un año del momento en que el gobierno de Ecuador, en gesto humanitario que lo enaltece, abrió las puertas de su embajada en Londres para otorgar asilo político al periodista perseguido y propiciar su traslado a ese país suramericano, según las normas internacionales de asilo diplomático universalmente aceptadas y reclamadas en otras ocasiones por el propio gobierno británico cuando le ha interesado y convenido.
Al cabo de un año, será necesario seguir reclamando internacionalmente la concesión del correspondiente salvoconducto a Assange para viajar a Ecuador en su condición de perseguido profesional y político. Es evidente que la situación del colega australiano resulta cuidadosamente ignorada o es tergiversada por los medios de prensa servidores de los intereses imperiales, los mismos que se rasgan hipócritamente las vestiduras cuando se trata de la “libertad de expresión” que beneficia al gran capital, a su política o a su economía.
Por estos días se está llevando a cabo en Fort Meade, sede de la Agencia de Seguridad estadounidense, el juicio militar contra el joven soldado Bradley Manning, acusado de haber facilitado a Wikileaks la información que este portal digital difundió al mundo y que se convirtió en la mayor revelación de papeles gubernamentales de Estados Unidos.
Muchos comparan las publicaciones de Wikileaks con las revelaciones de los llamados “Papeles del Pentágono”, que el psicólogo de la Casa Blanca Daniel Ellsberg hizo públicos, levantando una ola generalizada de repudio a la guerra de agresión que entonces lanzaba el gobierno de Estados Unidos contra el pueblo de Viet Nam. Ellsberg, sometido a cortes civiles, fue finalmente exonerado tras un largo y complicado proceso judicial.
En el caso de Manning, su condición de militar parece tenerlo al borde de la cadena perpetua, pues el Pentágono busca también un escarmiento tratando de evitar futuras filtraciones y han llegado al extremo de considerar su gesto como “ayuda al enemigo” cuando, en realidad, lo que hizo el soldado fue todo lo contrario al facilitar la difusión mundial y pública de tales documentos, algo muy alejado de la insólita acusación.
No olvidar a Assange ni a Manning: ambos pueden ser víctimas injustas de la terrible venganza del Imperio.
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