La catástrofe de Santa Cruz de Sur
9 de noviembre de 2022
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Por más que pase el tiempo, permanecerá en la memoria; a pesar de los 90 años transcurridos desde el 9 de noviembre de 1932, cuando el nombre de esa localidad quedó asociado al huracán de mayor letalidad en la historia de la Nación, y al evento hidrometereológico subsecuente.
En esa época no abundaban los anemómetros para altas velocidades, de ahí que la intensidad del sistema haya que inferirla de los daños y los datos de la presión atmosférica. Camagüey y Ciego de Ávila eran regiones muy ricas, y existían barómetros en muchos lugares. Gracias a ello disponemos de 15 series de mediciones en localidades y centrales azucareros. De Nuevitas hay tres barogramas aportados por observadores expertos y entrenados: el meteorólogo de la estación de hidroaviones de la aerolínea Pan American; el comandante del crucero Yara; y el capitán de la goleta Pictonia, que reportó la mínima absoluta: 930 hPa (28 km al este del ojo). Con estos y otros datos, nuestro Instituto de Meteorología fundamenta en su cronología la máxima intensidad del organismo sobre Cuba: SS-5.
Pero la historicidad del evento la polariza el desastre de Santa Cruz, donde concurrieron múltiples factores meteorológicos y físico-geográficos: la trayectoria del huracán; la configuración del campo de vientos respecto a esa localidad, a la derecha del centro de circulación; la población sobre una costa llana y de poca batimetría; y la hora del impacto y su relación con la marea astronómica. Sin embargo, los factores políticos y sociales fueron determinantes: falta de previsión, desconocimiento sobre ese tipo de eventos, y el desdén de la comunidad frente a los peligros naturales, la vulnerabilidad y el riesgo. He ahí las diferencias que permiten valorar con objetividad la eficacia de nuestro Sistema Meteorológico Nacional y la operatividad de nuestra Defensa Civil según procedimientos previstos para cada localidad.
Hacia las 10:30 a. m. la surgencia del mar alcanzó 6,5 metros de altura en la costa de Santa Cruz; y a las 12:00 m., la ciudad había desaparecido. Hubo 30 mil familias damnificadas en todo Camagüey, dos decenas de centrales azucareros destruidos, y se arruinaron los almacenes con azúcar ensacada y productos listos para exportar.
Algún tiempo después, todos esos daños fueron reparados, excepto las 2 500 vidas que el 9 de noviembre de 1932 compartieron una fosa común bajo el mar…
In memoriam.
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