Un hermoso morir
20 de mayo de 2022
|Redacción Habana Radio / Fotos: Alexis Rodríguez
Mucho se ha escrito sobre Ignacio Agramonte Loynaz, El Mayor, uno de nuestros grandes próceres, una figura a la que siempre debemos acercarnos y valorar en su justa medida.
Hasta hoy existen múltiples versiones sobre su muerte, ocurrida en el Potrero de Jimaguayú, al sur de la ciudad de Camagüey. En el año 2005 una nueva iniciativa, promovida por José Rodríguez Barrera, Historiador de la urbe agramontina, desarrolló en el propio potrero de Jimaguayú un trabajo de investigación científica sobre el combate en el que perdiera la vida el patriota cubano.
Así nos los hizo saber el coronel retirado Dr. Raúl Izquierdo Canosa, entonces presidente del Instituto de Historia de Cuba, uno de los autores de “Ignacio Agramonte y el combate de Jimaguayú”, cuya tercera edición, ampliada y revisada, fue presentada en la Feria del Libro que se celebra por estos días en Camagüey.
Conversar con Izquierdo Canosa es todo un privilegio, no solo por la vastedad de sus conocimientos en este y otros tantos temas de nuestra historia patria, sino también por la pasión que le imprime a lo que hace y por el amor a Cuba, lo que se trasluce en sus palabras.
Por estas declaraciones que nos ofreció en exclusiva a nuestra emisora supimos que el equipo multidisciplinario de especialistas que llevó a cabo la indagación, estuvo conformado por importantes historiadores y especialistas en ingeniería militar, cartografía, arqueología e investigadores en general, del país y de la provincia.
“Para conformar el volumen fueron abordados el escenario del combate, las fuerzas contendientes, y el combate en sí, e incluso el medio centenar de versiones, algunas coincidentes, escritas en cartas, partes de guerra, o alusiones al hecho”, nos confesó quien también fuera el Presidente de la Unión de Historiadores de Cuba.
“Muchos han escrito – continuó – que Agramonte se dispuso a morir en Jimaguayú por salvar a sus compañeros fugitivos. Entonces, ¿escaramuza o combate? Fue la interrogante que por mucho tiempo estuvo en la mira de los investigadores cubanos”.
“En Jimaguayú – nos siguió diciendo Izquierdo Canosa – no pelearon solamente las avanzadas enemigas. Estuvieron en acciones varias compañías de la columna española, toda su caballería y la sección de artillería. Por el otro lado, pelearon el contingente de caballería del Camagüey y la infantería de Las Villas. El combate fue ardoroso, sin que en un cuarto de hora cesara el ruido infernal de los rifles y del cañón del enemigo”.
Como nos relató, “Agramonte al cruzar el potrero para darle instrucciones a la caballería, se encuentra de repente con una compañía española, protegida en el potrero de Jimaguayú por las altísimas hierbas de guinea. Así, de forma inesperada, acompañado solo de 4 hombres de su escolta, El Mayor se ve de pronto en medio de aquellas adversas circunstancias y muere por una bala que le atraviesa la sien derecha”.
Para el investigador, Ignacio Agramonte y Loynaz estuvo a la altura de los más valientes y preclaros hombres de su tiempo: “Es eso lo que plasmamos en el libro los que de una forma u otra investigamos en los diferentes archivos y bibliotecas, incluido el Archivo Histórico de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, gracias al apoyo incondicional del inolvidable Eusebio Leal Spengler. No se debe pensar que en Jimaguayú Agramonte anduvo errado, aunque también se sabe que se pueden cometer errores. Y es que el Mayor con frecuencia estaba entre los primeros que se lanzaban a enfrentar al enemigo, y acudió a la guerra como un cubano digno, como un verdadero patriota”.
“Nuestra intención siempre fue que, a pesar de nuestras conclusiones recogidas en el texto, el lector tuviera con la lectura la palabra final, que llegara a su propio veredicto. Y sobre todo la aspiración de que este libro pueda ser disfrutada por las nuevas generaciones que tanto necesita beber de nuestra historia, que tanto debe nutrirse de nuestra savia patriótica”, nos aseveró.
Fueron tantas y tantas las razones expuestas por el autor – con tanta pasión como dijimos –, en una conversación que duró cerca de una hora pero que nunca resultó aburrida. Adentrarnos en nuestra historia es siempre un misterio que puede ser develado gracias a grandes voces como la de este hombre, que ama profundamente lo que hace: investigar sobre nuestro pasado. Una historia que debe valorar a nuestros próceres como seres humanos, hombres de carne y hueso que amaron, vivieron como cualquier otra persona, pero más que todo se entregaron a una causa justa y defendieron con firmeza sus convicciones.
Y es que como se expresa en el epílogo de la investigación: “Podrán existir razones para quienes piensan que la caída de Ignacio Agramonte en Jimaguayú el 11 de mayo de 1873 fue imprudente, sombría, absurda, misteriosa; pero existen otras para pensar que fue, sobre todo, un hermoso morir”.
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