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Ramón Peón: un fiel enamorado del séptimo arte (I)

29 de abril de 2022

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Para algunos fue el Griffith cubano; para otros, solo un fabricante de filmes al por mayor. Entre unos y otros, queda la certeza de que fue un buscador de imágenes y autor de unas cuantas huellas para bien de la historia del cine cubano.

Ramón Peón, que tal es el nombre de nuestro personaje, nació en La Habana, en 1897 y murió en San Juan de Puerto Rico, en 1971.

Según él mismo confesó, desde que le fue posible soñar, lo hizo con el cine.

En 1916 viajó a los Estados Unidos, donde trabajó como camarógrafo y asistente de revelado, lo que le permitió conocer y desarrollar el oficio que más adelante perfeccionaría durante su estancia en Hollywood.

Ya para entonces, aquel infatigable batallador había recorrido un largo trayecto donde para ganarse la vida desempeñó los más diversos oficios: químico azucarero, tenedor de libros, bailarín, saltimbanqui, mago, actor, camarógrafo, técnico y director de películas silentes.

Fue el primer camarógrafo que la ciudad de la Habana desde un aeroplano, el 22 de marzo de 1920.

Por esa época, participó en la organización de los estudios “Golden Sun Pictures”, instalados por el parque Emilia de Córdoba, cerca de la Calzada de Jesús del Monte, en La Habana. Junto con los hermanos Díaz Quesada fue una de las figuras más reconocidas en aquel primer momento del cine silente en Cuba.

Por cierto, sus equipos de filmación los adquirió en Estados Unidos a un costo de 8000 pesos, cifra muy elevada para la época.

Ramón Peón se movió siempre entre las cinematografías de Cuba y México, por lo que los especialistas tienden a dividir su producción en etapas cubanas y etapas mexicanas. La primera en Cuba (1920-1930) culminó con la realización en 1930 de la significativa cinta “Virgen de la Caridad”, versión de la novela homónima de Enrique Agüero Díaz, calificada tres décadas más tarde, por el importante crítico de cine Georges Sadoul, como “una película silente de mucha calidad que puede calificarse de neorrealista. (…) Excelente por la actuación de los artistas, la dirección, el montaje y el decorado natural”.

Sin embargo, los esfuerzos de Ramón Peón y de otros como él, no fueron suficientes para que la producción cinematográfica cubana se consolidara en aquellos trágicos días de la tiranía machadista.

Ramón Peón marchó en busca de nuevos horizontes a Hollywood y más tarde a México, donde comienza a rodar películas, esta vez con sonido incorporado. La Secretaría de Educación del Gobierno de ese país lo contrata para dirigir películas educacionales.

Con su insólita ansia de hacer cine, el Griffith cubano dejaba tras sí una abundante obra en comparación con el resto de los cineastas del patio.

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