Arqueología y arquitectura conjugadas a las puertas de la Casa de Eusebio Leal
21 de abril de 2022
| |Fotos: Alexis Rodríguez
Con el sol naciente dividiendo en luces y sombras la calle Amargura, se presentaron, los libros La Habana, dimensión arqueológica de un espacio habitado, obra coordinada por Roger Arrazcaeta, y Aspectos constructivos en la rehabilitación de bienes inmuebles, de la autoría de Pedro Rodríguez Sánchez. Frente al umbral de la Casa de Eusebio Leal Spengler, y no en su interior, para permitir que el transeúnte pueda unirse, se realizó la presentación de ambos títulos, en el marco de la trigésima Feria Internacional de Libro de La Habana.
El evento estuvo marcado por las intervenciones cardinales de un panel integrado por Ariel Gil, director del espacio anfitrión, quien también ejerció como moderador. Lo acompañaron Argel Calcines, director de la revista Opus Habana; Roger Arrazcaeta, Director del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad; el ingeniero Pedro Rodríguez Sánchez; y el fotógrafo Julio Larramendi, colaborador de Arrazcaeta. En la primera fila de una nutrida audiencia, se encontraba Magda Resik, Directora de Comunicación de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, y artífice de la impresión de ambos materiales.
Ariel Gil Gómez afirmó que el propósito de la presentación de ambos libros, valorizar la arqueología y la restauración, las cuales siempre han formado parte de la escuela de pensamiento de la Oficina del Historiador en sus más de 50 años de existencia.
Le siguió en su alocución Roger Arrazcaeta, quien habló sobre cómo La Habana, dimensión arqueológica de un espacio habitado es una obra que resume más de 30 años de labor arqueológica en la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Este libro está dedicado a la memoria del Doctor Eusebio Leal Spengler.
El Dr. Arrazcaeta agradeció especialmente a Magda Resik, que tanto contribuyó a la publicación de este proyecto, desde sus funciones duales como Directora de Comunicación de la Oficina del Historiador y de Directora de Ediciones Boloña. Arrazcaeta cuenta, que la idea para la publicación del libro surgió a partir de una conversación con Julio Larramendi, cuyo equipo luego se encargaría de realizar el hermoso diseño de la publicación.
La Habana, dimensión arqueológica de un espacio habitado es un libro extraordinario, no solo por sus valores estéticos, sino por la cantidad de hallazgos arqueológicos inéditos que contienen sus páginas. En cada uno de sus siete capítulos no solo se redimensiona a La Habana desde la información novedosa que se aporta sobre su fundación, sus cambios a lo largo del tiempo y la vida económica y social de la ciudad.
Roger Arrazcaeta aseguró que hay mucho de la vida cotidiana de los habaneros antiguos, que no fue plasmada en los documentos históricos, y que la arqueología permitió conocer. Visiblemente emocionado, Roger Arrazcaeta afirmó que este es un libro hecho con seriedad, con pasión, y siempre será un homenaje a Eusebio Leal Spengler.
Asimismo, Julio Larramendi afirmó que Leal siempre fue uno de los principales promotores en su creación. El reconocido fotógrafo aprovechó la oportunidad para anunciar la publicación futura de un libro sobre la cerámica encontrada en la arqueología.
Convidado por Ariel Gil, Roger Azcarraeta contó la historia sobre cómo se encontró con la que es hoy la Casa de Leal, en una de sus búsquedas de edificios históricos por la Habana Vieja. Tras haberla identificado como la antigua casa de Francisco de Arango y Parreño, el especialista fue convocado de inmediato por el Historiador que le explicó que, a pesar de su tremendo interés por la casa, en esos momentos no contaba con los fondos para cubrir con la restauración de ese edificio y, además, garantizarle un hogar digno a las más de 20 familias que por ese entonces vivían allí.
La oportunidad les llegaría cuando un equipo de la revista National Geographic visitó La Habana, y Leal les comunicó sus deseos de restaurar este edificio. Fue gracias a la ayuda de uno de los periodistas de esta comitiva, que se crea un expediente sobre esta casa, no solo desde el punto de vista arqueológico e histórico, sino que también se incorporan las visiones de arquitectos y proyectistas. Así, el proyecto se pudo realizar.
“La casa se llevó a la fisionomía del siglo XIX, con el trabajo de la arqueología y la restauración. Y yo creo que la casa le ha dado un potencial también a la arqueología que nosotros agradecemos mucho que se haya tenido en cuenta”, afirmó Roger Azcarraeta y continuó: “Leal no solamente fue un mecenas que ayudó a los arqueólogos, sino que también fue un arqueólogo en sí mismo, una persona muy preocupada por entender la ciudad desde un punto de vista arqueológico. Leal estaba convencido de que la ciudad era una ciudad arqueológica, y también histórica y arquitectónica”.
Le siguió Pedro Rodríguez Sánchez, autor de Aspectos constructivos en la rehabilitación de bienes inmuebles. El ingeniero argumentó que la razón que hizo necesaria la publicación de este libro fue que en las carreras universitarias de ingeniería civil y arquitectura se enseña sobre la construcción de edificaciones modernas con materiales contemporáneos artificiales, pero no se habla de los inmuebles con materiales y técnicas tradicionales, que son a los que se enfrentan con más frecuencia en este país.
Pedro Rodríguez habló de que vivimos en una ciudad donde la mayoría de los edificios tienen más de 60 años, y donde resulta más lógico reparar a las construcciones existentes en ella, que construir en la periferia. Rodríguez concluyó invitando a los miembros de la Oficina del Historiador, a que plasmen sus experiencias en el trabajo con las construcciones tradicionales, ya que existe muy poca literatura sobre el tema, lo que hace que sus ya valiosas experiencias sean invaluables para ingenieros y arquitectos de Cuba.
Por su parte, Argel Calcines usó su intervención para retomar los argumentos de sus colegas. De Roger Azcarraeta, celebró su búsqueda de La Habana desconocida en Santa Cruz del Norte. “Los arqueólogos tienen un afán prospectivo, que es lo que más aprecio de ellos”, afirmó el director de la revista Opus Habana, quien también habló sobre la necesidad de que los graduados de Ingeniería y Arquitectura aprendan a apreciar la historia de las cosas y valoren los edificios con los que trabajan, retomando un argumento del autor Pedro Rodríguez.
Al referirse a La Habana, dimensión arqueológica de un espacio habitado, Calcines afirmó que este magnífico libro está antecedido por un notable trabajo que apareció en el Boletín Digital del Gabinete de Arqueología, publicación en la que él personalmente está trabajando para convertir en una revista.
El director de Opus Habana habló sobre la importancia de la memoria en un mundo dónde todo lo digital es eventualmente perecedero, y donde incluso la terrible memoria de la pandemia de la Covid-19 termina olvidándose, cómo antes se hiciera con las plagas del cólera.
No es casual para Calcines que el último lugar de trabajo del Historiador de La Habana se ubique en la calle amargura, pues esta casa se sitúa en un viacrucis, que la alinean a las principales edificaciones religiosas de la capital. La casa de Leal, más allá de su presencia física y su valor histórico, tiene una presencia espiritual, que se manifiesta físicamente en los objetos religiosos que se albergan dentro de esta, y de los hallazgos arqueológicos que se encuentran en sus cimientos.
A continuación, compartimos la transcripción de la intervención del Dr. Roger Arrazcaeta, coordinador del libro La Habana, dimensión arqueológica de un espacio habitado
Roger Azcarraeta: ¡Muchas gracias! Este libro que les voy a presentar se llama La Habana, dimensión arqueológica de un espacio habitado, es un homenaje al 500 aniversario de la fundación de la ciudad. O sea, se concibió con la idea de expresar desde la arqueología todo lo que, desde el punto de vista de la investigación, habíamos logrado durante más de 30 años de investigaciones arqueológicas sistemáticas en La Habana Vieja; y, por otra parte (y es fundamental) fue dedicado al doctor Eusebio Leal, que en esos momentos estaba vivo, y era la persona que iba incluso a escribir el prólogo de este libro.
Desafortunadamente, la enfermedad no se lo permitió, pero, no obstante, teníamos con nosotros una presentación de Leal en el Boletín de Arqueología en el 2018, que había sido filmada con sumo cuidado por Carlos Andrés García, y que él generosamente nos la cedió para extrajéramos de ese texto, de esa filmación, esas palabras tan importantes de Leal sobre la arqueología y el papel de esta ciencia en la restauración y en el estudio de la ciudad.
Pero el libro surgió por una consecuencia, digamos fortuita. Surgió en un viaje al cafetal del padre, en Madruga. Veíamos conversando en el automóvil, el doctor (Julio) Larramendi y yo, y él me decía que le había extrañado de que en un libro anterior que había salido sobre la arqueología cubana, el Gabinete no tenía ningún libro publicado allí. Yo le explicaba que era un libro sobre todo dedicado a la arqueología aborigen, que faltaba un libro dedicado a la arqueología histórica, que sintetizara los resultados más importantes de esta en el Centro Histórico.
Y qué decir de este libro, que solamente recoge algunas claves del estudio de la arqueología en la Habana Vieja. Porque se han quedado en el tintero decenas de temas de investigación, de especialización, de más de 30 años de sistematizaciones en la ciudad, que esperamos que en otro libro puedan salir a la luz. Entonces en esta conversación tan importante, Larramendi a los pocos días apareció en el gabinete. Fue a verme y me dijo: “Roger, ¿no les gustaría a ustedes hacer un libro dedicado a la arqueología histórica en el Centro de la Habana Vieja?” ¡Por supuesto! Eso era lo que queríamos.
Tampoco imaginamos en ese momento que iba a ser un libro tan bello. Pocas veces en la arqueología cubana, ha habido la oportunidad para los arqueólogos de tener una obra tan hermosa, con un diseño excelente, a todo color, un diseño que hay que agradecer al equipo que dirigió Larramendi. Específicamente, el diseño es de Jorge Méndez. La edición, la revisión del libro, se debe a Silvana Garriga. Y en un momento en que el libro estaba elaborado, entra el papel fundamental de la Oficina (del Historiador), de la Editorial Boloña, representada aquí por Magda (Resik).
Y entonces se unieron estas dos ediciones para lograr el trabajo que, además de la belleza que tiene desde el punto de vista del diseño, y de las fotografías, que muchas son inéditas. Parte de ellas son por parte de los arqueólogos, que las tomaron directamente de los sitios, y también hay algunas fotos importantes, tomadas por Larramendi, para embellecer esta obra con su talento.
Tendría que decir que los arqueólogos nos sentimos muy satisfechos del trabajo. El libro está estructurado por siete capítulos. Algunos de los capítulos, yo podría decir que son una aportación importante desde la investigación de la arqueología, también abordan temas capitales de la ciudad, como puede ser su origen, su fundación y los cambios que tuvo en el tiempo. Hay un capítulo consagrado a reconocer la obra de los arqueólogos anteriores, y los resultados generales que ha tenido la arqueología, así como del importante plan de gestión del patrimonio arqueológico de la ciudad.
Hay capítulos muy relevantes en cuanto al comercio, a la exploración subacuática, a los naufragios que se han encontrado en los entornos de la bahía, y sobre todo a mostrar la importancia la importancia de la flota para el desarrollo de esta ciudad. Incluso en ese capítulo, hay una gran cantidad de cotejos de información histórica inédita que por primera vez sale al público. Es decir, esta es una visión de la historia de la ciudad, del pasado, desde la arqueología, no solamente desde la Historia. Aquí se han combinado el análisis de las fuentes históricas, exhaustivamente. Se hizo una revisión muy seria de toda información que podía haber, de los diferentes aspectos que se tratan en el libro, pero sobre todo desde la visión de la arqueología, que nos permite materializar muchas de las cosas que los documentos dicen, o negarlas, y además aportar nuevos datos.
Hay muchos aspectos de la vida cotidiana de la ciudad que no son tratados por los documentos históricos, y que son revelados y recuperados por la investigación arqueológica. Y creo que ese es también uno de los méritos del libro, además del diseño, de la seriedad con que se trabajó, porque este es un libro de pasión… es un libro de amor… ¡y un homenaje a Leal!
(Aplausos)
Entonces los invito a que adquieran el libro. Yo sé que lo van a disfrutar, porque está muy bien ilustrado. Cuenta con cosas muy nuevas, renovadoras de la visión histórica de la ciudad. Cosas que los historiadores no han dicho, porque solamente emana del trabajo arqueológico, y no es porque sea su culpa, sino porque no está en los documentos. Y entonces la arqueología revela esa otra dimensión, que no es solamente el estudio del subsuelo sino de los edificios en pie, de toda la información que está embebida en las estructuras edilicias, y que solamente con el método arqueológico puede ser conocido. Es una cara diferente de la ciudad, vista desde la arqueología. Bueno, es lo que yo tengo que decir desde el libro.
Segunda parte de la intervención del Dr. Roger Azcarraeta, al ser convidado por Ariel Gil, director de la Casa de Eusebio Leal Spengler, a contar los orígenes del edificio donde se encuentra esta institución
Roger Azcarraeta: Tengo que decirles que, a finales de los 80, principios de los 90, fue un momento de formación personal en el mundo de la historia de la ciudad y la arqueología. Y yo escudriñaba a La Habana Vieja en cada uno de los edificios para tratar de conocer las transformaciones de los edificios, las características interiores, y trataba de aprender de eso.
Y en uno de esos recorridos que hacía, entre a esta casa, que en esa época estaba en muy mal estado. Vivían en ella más de veinte familias. Cuando subo a la planta alta, veo una habitación cerrada, pero que la puerta estaba semiabierta. Yo me asomé, y cuando miró hacia el interior veo que al frente, en una pared descascarada, se veía una pequeña pintura, pero que mostraba más que una cenefa. Yo ya estaba acostumbrado a identificar las pinturas de la ciudad metido en las casas. Y me di cuenta que eso no era una cenefa, que debía ser un mural muy importante.
Incitado por eso, yo le encargué a uno de mis historiadores, Manuel Barcia, que hace tiempo ya no se encuentra con nosotros pero que es un excelente historiador y continúa en ese campo, a que investigara esta casa desde el punto de vista histórico. Porque me di cuenta que podía ser importante. Yo ya había descubierto arriba, en la planta alta, una excelente armadura de madura con diseños. Y Manuel Barcias comenzó a investigar la casa en los archivos. A los pocos días me llama, muy agitado, para decirme: “¡Roger, Roger! ¡Tú no te imaginas de quién era esta casa!” Yo me quedo así y él me dice: “Esta casa era la de Arango y Parreño”.
En ese entonces, esta zona no estaba ni siquiera en los planes de restauración, pero yo sabía que si yo le escribía a Leal una nota, él enseguida iba a hacer todo lo posible por salvar esta casa e incluirla en los planes de restauración, aunque estuviera todavía en otras áreas. Y así fue. No le mandamos el expediente histórico completo, porque Leal estaba en tantas cosas, que le iba a ser muy difícil que pudiera leer el expediente completamente.
Le preparamos una cuartilla estratégica, que yo sabía que iba a ser una especie de anzuelo. Le pusimos la carnada, como se dice. Y ese mismo día por la tarde, ya Leal me estaba llamando al gabinete. “Roger, ven para acá, que quiero hablar contigo”. Yo sabía que era eso, y efectivamente. Entonces ahí me dice:
“Roger, pero no tenemos dinero en estos momentos. Hay que ver qué plan trazamos para que esta casa entre en la restauración. Tenemos un gran problema: Tenemos muchas familias viviendo allí, y hay que resolver el problema de todas esas personas que tienen que ir para inmuebles dignos.”
Y esa fue una lucha que Leal emprendió.
Al poco tiempo, viene la National Geographic aquí a La Habana. Y me encarga Leal atender a los periodistas y a los miembros del National Geographic. Ellos querían hacer varios artículos sobre La Habana, y particularmente también, sobre los tesoros de las flotas. Y yo hice un poco de intermediario, de ponerlos a ellos en contacto con los arqueólogos, de facilitarles su conocimiento de la ciudad. Y Leal, en una reunión que tuvimos en su oficina, que en esos tiempos no estaba aquí, creo que estaba en el Seaman`s Club, les lanzó a los periodistas del National Geographic, encabezados en ese momento por John E. Chavez, un cubano que había dejado la isla muy tempranamente, la idea de cómo se podía salvar esta casa.
Los trajimos a la casa, particularmente a John, y John vino y le dijo a Leal: “Leal, lo único que se me ocurre es que ustedes preparen un documento de la casa, detallado, y una propuesta de rehabilitación para yo presentarla en Estados Unidos para la posibilidad de un grant, un premio que se entrega a la investigación”. Y así se hizo. Se preparó un expediente, no solo con la colaboración de arqueólogos, sino también de arquitectos y proyectistas. Se llevó a Estados Unidos y se ganó ese grant. Y de ese modo, es que la casa entra en ese proceso de trabajo.
Ya la casa era conocida por nosotros desde antes, además, porque habíamos entrado a hacer investigaciones arqueológicas, todavía estando las familias aquí. Y posteriormente, ya cuando la casa entra en esas posibilidades de plan, pudimos entonces hacer otras investigaciones que ayudaron muchísimo a la restauración de la casa, y a lograr la originalidad de los espacios, porque la casa estaba absolutamente transformada. Y de ese modo se hizo un análisis de toda la estructura desde el punto de vista arqueológico. Se hizo lectura estatigráfica. Se estudiaron todas las transformaciones de la casa. Se descubrieron las diferentes capas de pinturas murales que estaban expuestas. Y eso ayudó muchísimo a que la casa tenga el aspecto que hoy tiene.
La casa se llevó a la fisionomía del siglo XIX, con el trabajo de la arqueología y la restauración. Y yo creo que la casa le ha dado un potencial también a la arqueología que nosotros agradecemos mucho que se haya tenido en cuenta, y que en este momento hay una exposición en el interior que explica el trabajo de los arqueólogos, y sobre todo la conexión de Leal con la arqueología.
Ahí van a poderlo ver. Leal no solamente fue un mecenas que ayudó a los arqueólogos, sino que también fue un arqueólogo en sí mismo, una persona muy preocupada por entender la ciudad desde un punto de vista arqueológico. Leal estaba convencido de que la ciudad era una ciudad arqueológica, y también histórica y arquitectónica. Y por eso la importancia que él le brindó a la arqueología como un instrumento importante para llevar a cabo toda la rehabilitación, la restauración y el conocimiento de la ciudad”.
(Aplausos)
Ariel Gil afirma su interés en que Roger Azcarraeta contara esta historia, para que se viera cómo se había conseguido lograr la restauración de la Casa de Eusebio Leal Spengler.
Roger Azcarraeta: Quiero decir que no es una historia individual. Es una historia del Gabinete de Arqueología, de todo el equipo de trabajo. Muchos de los jóvenes que están en el Gabinete, y algunos de nosotros que peinamos canas ya, comenzamos con Leal muy temprano, siendo muy jovencitos. Y han sido dedicados, le han restado horas de su vida no solamente al trabajo, sino a su vida. El trabajo de los arqueólogos no es un trabajo de ocho horas, es un trabajo de pasión, y de dedicación por entero. A veces las familias nos tienen que decir: “Oye, danos un chance”, porque es obsesivo. La arqueología es tan linda, tan interesante, pero al mismo tiempo es obsesiva, y a veces es peligroso, porque llegamos a enfermarnos. Y esa es una de las cosas que nos ha caracterizado a nosotros los arqueólogos y a las arqueólogas.
(Aplausos)
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