La dermofarmacia en la práctica farmacéutica
5 de abril de 2022
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La dermofarmacia es una especialidad de la farmacia que se encarga de todo lo que tenga que ver con los productos dermocosméticos, tanto el estudio, la producción, el asesoramiento sobre sus aplicaciones y cualidades, la comercialización, etc.
Entre las definiciones de dermofarmacia está la que la describe como la “disciplina científica, rama de la farmacia, que se ocupa del estudio y la fabricación de productos para aplicación tópica, tanto terapéuticos como cosméticos”.
Gran parte de los productos dermocosméticos se venden en las farmacias y aunque no se necesita de receta médica para adquirirlos, sí conviene que sea un experto quien asesore su compra. De ahí que esta especialidad de la farmacia sea tan necesaria.
La dermofarmacia se encuentra precedida por años de historia. La palabra cosmético se creó en el siglo XVII a partir de la palabra griega “kosmetikós” que significa “relativo a la ornamentación”, es decir, los elementos que decoran y embellecen algo.
Distintas civilizaciones del mundo antiguo empleaban productos para adornar el cuerpo o para tratar la piel. La primera prueba arqueológica de su uso se encontró en el antiguo Egipto alrededor del año 4000 a. c. Además, los estudios indican que los antiguos griegos y romanos también hacían uso de la cosmética para mantener su belleza.
El concepto de dermocosmético es bastante reciente. Empezó a utilizarse en la década de los años sesenta del siglo XX. Su origen se sitúa en el laboratorio Pierre Fabre. Este centro fue el primero en reivindicar en sus productos las mismas normas de fabricación que se les imponían a los medicamentos. Además, defendió el uso de los cosméticos para complementar tratamientos específicos de la piel.
Aunque las palabras cosmético y dermocosmético puedan parecer sinónimos, lo cierto es que no son lo mismo. Un producto cosmético es aquel que está pensado para mantener la higiene personal, para cuidar la piel y para mejorar la apariencia, sobre todo la del rostro. Los cosméticos se aplican sobre la piel, las uñas, los dientes, los ojos, etc.
Por su parte, los dermocosméticos están pensados para ofrecer soluciones a problemas concretos de la piel. Este tipo de productos son el punto intermedio entre un cosmético tradicional y un medicamento. Tienen unos altos estándares de calidad y son sometidos a estudios clínicos. Por lo tanto, son más seguros, ofrecen mejores resultados y hay menos posibilidad de desarrollar una reacción alérgica con ellos.
Precisamente los altos estándares de calidad y eficacia con que se fabrican los dermocosmeticos y la selección de principios activos que contienen, enfocada a evitar reacciones alérgicas, permiten a estos productos cumplir el objetivo de garantizar la salud dérmica de los consumidores.
La dermocosmética o dermofarmacia se enfoca más en ofrecer soluciones reales a los trastornos o alteraciones de la piel. Mientras que los cosméticos se centran únicamente en la belleza física, la dermocosmética centra sus esfuerzos en solucionar los problemas relacionados con los desequilirios de la piel. Por este motivo, la dermocosmética es mucho más eficaz a la hora de tratar problemas de la piel como pueden ser arrugas, manchas, psoriasis, dermatitis, caída del cabello o el acné, entre otros.
De la propia definición de dermofarmacia se deducen tres actuaciones del farmacéutico en esta rama de la farmacia como son: la investigación, la fabricación y la dispensación de productos cosméticos. Cabe incluir tambien la cosmetovigilancia, la cual es la actividad destinada a la recogida, evaluación y seguimiento de la información sobre los efectos no deseados observados como consecuencia del uso normal o razonablemente previsible de los productos cosméticos.
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