La soprano de coloratura Zoila Gálvez
28 de marzo de 2022
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En la sección de hoy nos referiremos a una de las más importantes voces del arte lírico criollo: Zoila Gálvez (Guanajay, Pinar del Río, 1899-La Habana, 1985), quien, a sus méritos como cantante, sumaría los atesorados por ella en calidad de profesora de generaciones de intérpretes cubanos.
Aún niña, Zoila comenzó los estudios de piano en el conservatorio del español José Menéndez Areizaga, de Pinar del Río, y ya establecida su familia en La Habana, en 1910, los continuó en el Conservatorio Nacional de Música, donde siete años después se graduó en las especialidades de piano, solfeo y teoría. Posteriormente estudió canto con Tina Farerelli y Arturo Bovi y, terminada su formación con ambos maestros, viajó a Milán para realizar un curso de perfeccionamiento bajo la guía del director de orquesta, compositor y pianista Giacomo Marino, uno de los más reputados profesores de tal ciudad italiana.
Lista para iniciarse como artista profesional, el propio Marino la llevó a inscribirse en la agencia de contrataciones artísticas Canella, que le propició efectuar su primera presentación pública en la sala de conciertos del Conservatorio de Milán. Más tarde se encaminó a Roma. Pasó un curso de perfeccionamiento artístico en el Conservatorio Santa Cecilia y ofreció un concierto en el teatro Quirino, en tanto que en el Adriano cantó Rigoletto. A seguidas partió hacia Francia para asistir a un cursillo en el Conservatorio de París. Y en Barcelona hizo un curso de perfeccionamiento de repertorio con el destacado tenor Francisco Viñas, que entonces solo se dedicaba a la enseñanza.
En 1922 regresó a La Habana y brindó conciertos en el teatro Nacional y en otras ciudades cubanas. Dos años después volvió a París y el 5 de enero de 1925 cantó en la sala Pleyel. Luego retornó también a Madrid a fin de recibir orientaciones del maestro Simonetti, quien fuera repertorista de María Barrientos. De vuelta a La Habana, actuó en 1926 como solista de la Orquesta Sinfónica, dirigida por Roig. Marchó hacia Nueva York y, entre 1927 y 1928, trabajó como primera soprano de la compañía Miller and Lyles, con la que recorrió la mayoría de los estados norteamericanos. Desintegrado ese colectivo, pasó a la Ran-Tang Company de comedias musicales y revistas y, finalmente, dio un concierto en el Grace Congregational Church.
Nuevamente en Cuba, retomó en 1929 sus faenas con la Orquesta sinfónica de La Habana en diversos programas de esta agrupación. Se presentó, además, en transmisiones radiales con la Orquesta Ignacio Cervantes, dirigida igualmente por Roig, e hizo esporádicas actuaciones en el género operístico, principalmente con Francisco Naya y Augusto Ordóñez en Rigoletto. Entre 1935 y el siguiente año, participó en representaciones de La hija del Sol, en el Martí, para la empresa Suárez-Rodríguez. Integró el elenco de la compañía Ópera Nacional, al fundarse en 1938, con la que cantó en los teatros Nacional y Auditórium.
Otras significativos recitales de la Gálvez en el extranjero tuvieron lugar en la embajada de Cuba en México con motivo del centenario del natalicio de José Martí (27 de enero de 1953), y en las salas neoyorquinas Town Hall (30 de diciembre de 1951) y Carnegie Hall, acompañada al piano en esta última por el húngaro Borislav Bazala y la colaboración del flautista cubano Alberto Socarrás (26 de abril de 1953).
En 1926 inició su labor docente, la cual logró estabilizar en 1939 en el Conservatorio Municipal de La Habana (hoy Amadeo Roldán), tarea que mantuvo hasta su jubilación, en 1972. Casada desde 1931 con Enrique Andreu Larrinaga, ella ilustró con sus interpretaciones vocales varias conferencias acerca de la música de origen africano en América, impartidas en instituciones culturales por este poeta, periodista y escritor. Observaciones y datos aportados por Zoila Gálvez aparecerían en el libro La africanía de la música folklórica de Cuba, de Fernando Ortiz, quien calificó de «auténtica y suprema» la voz de esta soprano de coloratura. Su último concierto lo ofreció el 12 de octubre de 1966 en la sala-teatro del Palacio de Bellas Artes.
Entre los más importantes reconocimientos que se le otorgaron por su meritoria trayectoria profesional figuraron: Diploma de Honor de la Asociación de Artistas Romanos, Hija Adoptiva de la ciudad de La Habana, Socia Titular de la Sociedad de Estudios Afrocubanos, Socia Honoraria de la Asociación de Cultura de Costa Rica, Orden Nacional del Mérito Carlos Manuel de Céspedes (con el grado de dama), Orden Nacional del Mérito Mambí, Diploma del Conservatorio Municipal de La Habana por más de cuatro décadas de labor pedagógica y Distinción Por la Cultura Nacional.
Acerca de tan extraordinaria figura del arte cubano, el intelectual Miguel Barnet escribiría: «Su arte supremo y su actitud abnegada y valiente la hacen acreedora de la estimación y el amor de su pueblo. Zoila Gálvez […] es hoy un modelo de múltiples resonancias. Cuando la justicia no estaba hecha, ella supo imponer su arte. Y eso no se olvida jamás».
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