Montaje antirruso en Ucrania
16 de febrero de 2022
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Quizás en los momentos en que se lea este comentario haya comenzado la tan anunciada “invasión” de Rusia a Ucrania, un montaje del imperialismo que pretende desestabilizar a Moscú, cortar sus avances económicos, evitar que el gas ruso acuda con fluidez a Alemania y al resto de Europa y crear condiciones para cercar aún más a la nación euroasiática de mayor extensión en el mundo.
A última hora, el presidente de Ucrania, Zelenski, quien siempre ha preferido hablar ruso, trató de evitar cualquier confrontación con las fuerzas separatistas que han creado dos repúblicas independientes en el este ucraniano y la esperada acción del vecino, pero el Imperio y los elementos ultranacionalistas de su país predominaron con un accionar que conlleva a un conflicto que abarcaría además a la península de Crimea, que regresó hace años a la Federación Rusa por voluntad de más del 90% de sus habitantes.
En lo demás, domina la hipocresía, debido a que Kiev se ve obligado a provocar un conflicto armado que se le achacaría a Rusia, con la consabida matanza de civiles y destrucción de infraestructuras, que provocaría nuevas sanciones a Moscú.
Asimismo, una fuente de derecha, Microsoft News, señaló que “Ucrania pareció ofrecer qué pensaría una futura adhesión a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pero luego fue obligada por sus socios a retractarse de esta importante concesión a Rusia”.
Y luego lo anterior se repitió, después de nuevas advertencias de Estados Unidos y sus aliados de que una invasión podría ser inminente, cuando el embajador de Ucrania en Gran Bretaña le dijo a la BBC este domingo que podría abandonar su intento de unirse a la OTAN, levantando las cejas en Europa y Washington.
El embajador Vadym Prystaiko dijo que Ucrania estaba dispuesta a ser “flexible” sobre su objetivo de unirse a la alianza, lo que sería una concesión importante a Moscú.
“Podríamos, especialmente ser amenazados así, chantajeados por eso y empujados a ello”, dijo Prystaiko, cuando se le preguntó si Kiev contemplaría no unirse a la OTAN para evitar la guerra.
Pero un día después, este lunes 14, los funcionarios ucranianos parecieron nuevamente retractarse de la declaración, diciendo que no habría ningún cambio en el compromiso constitucional de Ucrania de convertirse en miembro de la OTAN que hizo en el 2019.
Restringir e incluso hacer retroceder a la OTAN, la alianza militar liderada por Estados Unidos fundada después de la Segunda Guerra Mundial para contrarrestar a la Unión Soviética, es un objetivo del presidente ruso, Vladimir Putin.
Al mismo tiempo, Putin ha estado tratando de devolver a la ex república soviética al redil ruso, y la prohibición de que Ucrania se una a la alianza es una de las principales demandas de seguridad del Kremlin emitidas en diciembre.
Este domingo, el asesor de Seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan, dijo que una invasión de Rusia podría comenzar “cualquier día ahora”, lo cual ha sido negado firmemente por Moscú.
Ya los medios del imperio señalan que las víctimas civiles ucranianas serán unas 50 000, y Estados Unidos no intervendrá militarmente en forma directa, pero si proseguirá suministrando armamento a Ucrania, además de enviar miles de soldados a Polonia y fortalecer el poder bélico ofensivo en las cercanías de las fronteras de la Federación.
NEONAZIS PRESIONAN
Mientras el presidente ruso halla oídos sordos ante su homólogo norteamericano para presuntamente evitar una confrontación, ésta sigue siendo atizada por elementos neonazis que han llegado a varias esferas del poder desde el levantamiento golpista del 2014, auspiciado por el Imperio, que lo financió con unos 5 000 millones de dólares.
“La proliferación de la ideología nacionalista blanca en las fuerzas militares y de seguridad de Ucrania, entrenadas y apoyadas por Occidente, es un tema poco estudiado”, afirmaba esta semana desde Washington el periodista de investigación Alesi Kuzmenko.
La revista norteamericana Newsweek, nada sospechosa de simpatizar con Rusia, dedicaba estos días un amplio reportaje en el que ahondaba en lo que Kuzmenko alertaba y los peligros que suponía para la propia seguridad de EE.UU.: “Un año después del asalto al Capitolio, la guerra de Ucrania atrae a la extrema derecha de Estados Unidos a luchar contra Rusia y entrenar para la violencia en casa “, se titulaba el reportaje firmado por Tom O’Connor y Naves Jabalí.
Más allá de los análisis geopolíticos que tratan de explicar la escalada de tensión entre Rusia y Occidente en la frontera ucraniana, quienes estudian a la extrema derecha hace años, siguen de cerca los sucesos que se desarrollan en este escenario. Huyendo del maniqueísmo y tratando de poner el foco en el objeto de estudio, se alerta sobre el polvorín que se está gestando en Ucrania, cuyos análisis habituales sobre el conflicto a menudo obvian o pasan de puntillas.
Ya lo alertó hasta la BBC en el 2014 durante las protestas del Maiden, cuando el periodista británico Gabriel Gatehouse entrevistó a varios neonazis que estaban en primera línea de combate contra las fuerzas de seguridad ucranianas, antes de que se consumara el golpe, y cómo, posteriormente, el nuevo gobierno apoyado por Occidente reforzó sus lazos con varios de estos grupos de extrema derecha.
“Desde la revuelta de Maidan del 2014, el gobierno, el ejército y las fuerzas de seguridad han institucionalizado en sus filas antiguas milicias y batallones de voluntarios vinculados a la ideología neonazi”, declaraba recientemente Kuzmenko a Newsweek, citando como ejemplo el Destacamento de Operaciones Especiales Azov, que fue establecido por el Ministerio del Interior de Ucrania en el 2014, y transferido posteriormente a la Guardia Nacional.
Ocho años después, mientras los enfrentamientos en la región del Donbass no han cesado, y a las puertas de un posible enfrentamiento entre Rusia y Ucrania con la OTAN de por medio, no todos los norteamericanos expertos en geopolítica han cerrado filas con su gobierno. Menos aun cuando la amenaza de la violencia y el terrorismo de la extrema derecha es considerada ya la principal amenaza interna del país.
No son pocos los grupos y activistas neonazis europeos y norteamericanos que han visitado Ucrania estos últimos años para hacer contactos o recibir entrenamiento paramilitar. Algunos incluso participaron en la guerra del Donbass, insertados mayormente en el bando ucraniano.
De hecho, líderes neonazis, como Alexander Dugin, han sido invitados por sus iguales españoles a dar charlas en más de una ocasión. En el informe que publicó recientemente la Fundación Rosa Luxemburgo sobre la derecha radical en el Estado español, se dedicaba un capítulo a analizar los contactos de los neofascistas españoles con sus homólogos ucranianos y rusos. Intentar enmarcar este conflicto en el eje izquierda-derecha, no solo es complicado, sino a veces imposible.
Más allá de las responsabilidades del gobierno ucraniano por haber institucionalizado a las milicias ultraderechistas, no se puede obviar que tanto la Unión Europea como la OTAN no solo lo saben, sino que han participado activamente de su formación. Kuzmenko ya alertó en el 2018 que la Academia Europea de Seguridad (ESA), una empresa con sede en la UE que ofrece programas de capacitación avanzada para profesionales de la seguridad, las fuerzas del orden y militares, había entrenado a miembros de Azov y a activistas neonazis vinculados a ataques o acoso a romaníes ucranianos, personas LGBT y activistas de derechos humanos, como Tradición y Orden, El Cuerpo Nacional y La Milicia Nacional.
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