¿Cómo representar a la mujer desde un discurso reivindicador? Experiencias desde el Palacio del Segundo Cabo (II)
3 de diciembre de 2021
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Estos audiovisuales producidos por el Palacio del Segundo Cabo, nos sensibilizan sobre el tema de la no violencia contra la mujer y también nos hacen pensar en todas esas actitudes que hemos naturalizado a lo largo de la historia, que hemos heredado y que aún es preciso subvertir. El audiovisual realizado por Yainet Rodríguez se titula Las desobedientes.
Desde el titulo está muy claro que evoca a esas mujeres transgresoras que se atrevieron a desafiar estereotipos en su época, coméntanos sobre esta propuesta
Es una mirada más personal, la mirada de Mujeres que danzan… es más hacia el contexto dancístico con un enfoque dirigido hacia las mujeres bailarinas, coreógrafas y directoras de compañías; Herencia y subversión… indaga mucho en el contexto actual; Las desobedientes es una mirada mucho más histórica y va más a la microhistoria de diez mujeres, cinco de ellas son cubanas y cinco son extranjeras ―algunas europeas, otras tienen una interrelación entre Cuba y el contexto latinoamericano―, y ahí se aborda la dificultad de la mujer en el ejercicio de funciones profesionales y también la impronta de las que reclamaron sus derechos en pos de la igualdad de género en cuestiones tan elementales como el derecho a votar, o ―algo que ahora nos parece tan esencial― montar en bicicleta, conducir un automóvil o vestir con una prenda como el pantalón.
Quiero detenerme en las mujeres en el ejercicio profesional, porque ¿cuántas puertas se cerraron a estas mujeres porque a veces la libertad se confundía con el libertinaje? No la confundían ellas, la confundía la sociedad, que además las criticaba y las vilipendiaba por reclamar lo que en verdad era un derecho esencial. Es una cuestión que es moral: se asumía que las mujeres no tenían la inteligencia necesaria para hacer el mismo trabajo que un hombre, trabajo profesional, intelectual. El material va sobre esto. Y también sobre cómo mujeres que en su momento fueron muy reconocidas, la historia posterior las ha desconocido; cuánta despreocupación ha habido en no recoger el nombre de estas mujeres y están invisibilizadas dentro de la historia.
En ese sentido abordé a Raquel Catalá, quien fue de las primeras mujeres cubanas crítico de arte, una investigadora, paleógrafa que además, trabajó codo a codo con Emilio Roig de Leuchsenring en la fundación de la Oficina del Historiador y en el empeño por impulsar a la Oficina como un espacio para la defensa del patrimonio.
Otra historia, muy interesante, es la de las primeras mujeres enfermeras ―las enfermeras siempre se han visto como el oficio menor dentro del ámbito de la medicina―, y en el material se reflexiona sobre qué pasa con la memoria de estas primeras mujeres enfermeras o sobre cuántas esculturas o monumentos en la ciudad están dedicadas a las mujeres en el ejercicio de una profesión.
Además, está el caso de grandes mujeres conocidas como Dulce María Loynaz y su hermana Flor, que fueron poetisas. Cuando uno mira de cerca la vida de Dulce María Loynaz, aunque puede ser que ella no se haya considerado en su tiempo como una mujer discriminada, hay sesgos de discriminación hasta en el propio oficio, en la manera en que ella durante mucho tiempo puso un freno para ejercer la poesía de una manera más profesional; sino hubiese sido porque tomó la decisión de romper, de liberarse ella misma, quizás no hubiésemos conocido la Dulce María que hoy todos leemos.
También están la fotógrafa española Encarnación Irástegui, que fue una de las primeras mujeres en ejercer la fotografía en Cuba, y Adriana Billini, la primera mujer graduada de la Academia de San Alejandro, por tanto la primera mujer oficialmente pintora en nuestra historia. El material también incluye a Wanda Lekszycka, una francesa de origen polaco que se radicó en Cuba y que tuvo que cambiar de vida para reivindicar un espacio para ella misma dentro de un nuevo contexto y dentro de un ámbito familiar en formación.
Al abordar la vida de estas mujeres, el audiovisual invita a la reflexión. Además de la discriminación por ser mujer, hay discriminaciones que se van sumando: está la del color de la piel, la discriminación económica, porque muchas de estas mujeres no tenían una posición acomodada, la discriminación por ser madres o por reclamar para sí algún tipo de privilegios en el área sexual; y también hablar de manera abierta de mujeres de las que se supone no es digno hablar o de las que se reconoce protagonismo en la historia, como las prostitutas, o las homosexuales.
Son varias miradas que se van interrelacionando y que pretenden llevar desde el contexto histórico hasta la actualidad la necesidad de reflexionar sobre nuestra vida y sobre lo que está sucediendo.
¿Cuál ha sido el mayor saldo que te ha dejado este ejercicio que ha partido de la investigación y que ha pasado por todo un proceso de aprendizaje y de creación, y cómo visualizas tu posición con respecto al feminismo después de esta experiencia profesional?
Yo me considero una persona sensibilizada con el tema de género, pero ciertamente hay experiencias que durante la grabación me marcaron particularmente y una de ellas es la siguiente: Tenía que grabar en el Hospital Calixto García y dentro de él en el Pabellón de las Enfermeras En la bibliografía que había consultado, que fue vasta, en ningún momento se especificaba cuál de los edificios dentro del hospital era ese en particular. Así que fui allí, me dirigí a la dirección del hospital y trasmití mi preocupación. La primera respuesta fue que ese pabellón no existía y a partir de ahí comenzó toda una indagación que involucró a muchísimas personas; la secretaria del hospital llamó a los médicos más antiguos, a las enfermeras que llevaban más tiempo trabajando y fue casi como buscar una aguja dentro de un pajar; finalmente alguien dijo: “yo pienso que ese pabellón es el que ahora ocupa la especialidad de otorrino laringología”, y efectivamente, era ese el pabellón.
Me dirigí allí, hablé con el personal de enfermería y resulta que en algún momento hubo una tarja en su fachada principal que indicaba que había sido construido ese pabellón por las enfermeras, y que había prestado servicios sanitarios sobre todo a ellas. Lo que pasó fue que vino un huracán, la tarja se cayó y después se perdió. Por mucho que ese día intentamos recuperarla y estuvimos toda la tarde yendo de un lugar a otro, y no apareció la tarja perdida. Realmente aquel día terminé tan afectada que quería financiar una tarja para volver a colocarla en este lugar y así recordar el trabajo de las enfermeras. Eso me llevó a pensar en cuántas tarjas vemos por toda la ciudad que están dedicadas a mártires, pero ¿cuántas están dedicadas a mujeres?
Creo que una de las funciones del trabajo de nosotras como historiadoras del arte y además como personas que trabajamos dentro del ámbito del patrimonio y de la cultura es precisamente despertar las memorias dormidas, y en ese sentido es fundamental este trabajo que estamos haciendo y que aun así es insuficiente. Debemos hacer mucho más y no solamente el Palacio del Segundo Cabo sino todas las instituciones culturales del país, todas las instituciones de la Oficina, porque hay tantas aristas para conocer las historias de mujeres. Es un trabajo que recién comenzamos y creo que vamos a tener mucho camino por delante.
Soy una feminista confesa y creo que he llevado el discurso de género no solo en la vida profesional sino en el ámbito familiar y doméstico a tal punto que es algo fundamental dentro de mi familia; esa debe ser la prédica de quienes creemos que es justa la defensa del discurso a favor de la igualdad de género, tenemos que hacerlo sentir. Nos encantaría que nos acompañaran en estas proyecciones y abrir el debate y polemizar sobre un tema tan actual.
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