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El calvo

19 de abril de 2013

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Esta crónica se me ocurrió a partir de una visita que realicé a los “merolicos” de la calle Monte. De entre los objetos en venta, me percaté de uno muy raro, era una especie de peine, pero sin dientes, le pregunté al jefe para qué servía, y me respondió que era para los calvos.
Bueno, le dije, y  ¿para qué alguien sin pelos en la cabeza necesita un peine?
Me respondió: “¿Es que un calvo no tiene el mismo derecho que cualquiera a usar un peine en el bolsillo?”.
Y como yo soy un pensador evaluado “A”, me puse a pensar en los calvos y lo primero que descubrí es que hay dos tipos fundamentales: los que no tienen pelos en la cabeza y los que tienen.
El primer tipo o tipo “A”, es el que no puede negar que es calvo, porque aunque use una gorra o sombrero, en algún momento tiene que descubrirse.
El segundo tipo, el “B”, lo puede ocultar mientras no tenga necesidad de identificarse, porque ese lo lleva de apellido.
Y hay un tercer tipo, el “C” o mixto, que es casi siempre un extremista, porque no tiene pelos en la cabeza y además es de apellido Calvo. ¿Y qué pensar entonces de los calvos que son Calvo y Calvo? Bueno, de que los hay, los hay.
Recuerdo el mal rato que pasé aquella tarde en que llevé a mi amigo Tomás a casa de un compañero de trabajo. Tomás es un hombre muy bien parecido y de un gran porte, pero tiene complejo por su abundante calvicie. Entró en la casa, se descubrió y tomó asiento en un cómodo sillón.
Entonces ocurrió lo inesperado, se apareció la hija del dueño de la casa, una niñita de unos siete añitos, y en cuanto vio a Tomás se le echó encima a pasarle la mano por la cabeza, y muerta de la risa decía: “Qué cómico, qué cómico, no tiene pelos”.
Nosotros no sabíamos qué hacer y a Tomás le subían y le bajaban los colores de la cara.
¿Se imaginan qué situación aquella?
Hubo un farmacéutico famoso que vendía un producto contra la calvicie, cuando le preguntaron por qué él seguía siendo calvo, contestó:
“es que yo uso el producto de la firma contraria para desprestigiarla”.
Por otra parte, estuve investigando quién fue el primer habanero preocupado por los hombres de pocos pelos en sus cabezas, y descubrí que fue Juan Gómez, a quien el Cabildo del 26 de agosto de 1552, autorizó como primer y único barbero de la naciente Villa.
Yo creo, y es también opinión de amigas mías, que la calvicie da cierto aire de distinción, personalidad y seriedad en el hombre.
Además, el champú está bastante caro.

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