De los crímenes del Imperio
23 de julio de 2021
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Solo malignos seres pensantes intentarían bloquear iniciativas para ayudar a las víctimas de cualquier tipo de catástrofe, sobre todo a las de la pandemia del nuevo coronavirus.
Así, Estados Unidos, contando con el presidente Jair Bolsonaro, hoy convaleciente, aprovechó su mala gestión en el control de la pandemia para impedir por largo tiempo que utilizara la vacuna rusa, la cual logró emplearse aisladamente por gestiones personales de algunos gobernadores.
Ello se agrava porque ha sido desatendida la gestión de sus institutos de salud, con buen historial en el pasado, sin olvidarnos aquella truculencia presidencial de eliminar la ayuda de los médicos cubanos que eran los únicos que atendían en zonas donde no llegaba atención sanitaria alguna.
Lo que resulta más asombroso es que Estados Unidos disuadiera a Panamá de que aceptara médicos cubanos, que han estado globalmente en primera reúne en el enfrentamiento a la pandemia, y los pocos que llegaron al país centroamericano, ya regresaron para ayudar a controlar los problemas al respecto en la Isla.
Para EE.UU., sea Trump o Biden como mandatario, se debe proteger a Panamá de la “maligna influencia” del único país que muestra la clase de internacionalismo que es necesario para salvar al mundo del desastre, “crimen” que debe impedir el poder hegemónico global.
La histérica dedicación de Washington a aplastar a Cuba desde los primeros días de su independencia en 1959 constituye uno de los fenómenos más extraordinarios de la historia moderna, pero, con todo, el grado de sadismo constituye una constante sorpresa.
Por lo que respecta a Irán, tampoco parece haber señales de esperanza, al haber nombrado la administración Biden a Richard Napeck, arquitecto de sádicas sanciones contra Teherán cuando con Barack Obama era presidente.
Biden adoptó el programa sobre Irán de Trump prácticamente sin cambios, hasta en la retórica. Vale la pena recordar los hechos.
Trump rescindió la participación norteamericana en la JCPOA (el acuerdo nuclear), violando la Resolución 2331 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que obliga a todos los estados a someterse a la JCPOA, y los deseos de los demás signatarios.
Poder hegemónico
En un impresionante despliegue de poder hegemónico, cuando los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas insistieron en ceñirse a la 2331 y no ampliar las sanciones de las Naciones Unidas, el secretario de Estado, Mike Pompeo, los mandó a paseo:
Trump impuso nuevas sanciones extremadamente severas a las que los demás se vieron obligados a atenerse, con el objetivo de causar el máximo sufrimiento a los iraníes, de modo que el gobierno cediera y aceptara su exigencia de que el JCPOA se vea substituido por un nuevo acuerdo que imponga restricciones mucho más duras a Irán. La pandemia ofreció nuevas oportunidades de torturar a los iraníes, privándoles de una ayuda que necesitaban desesperadamente.
Además, es responsabilidad de Irán dar los primeros pasos hacia unas negociaciones en las que capitule ante las exigencias, poniendo fin a las acciones que llevó a cabo como reacción a la criminalidad de Trump, que hoy mantiene Biden.
Una solución bastante mejor consiste en establecer una zona libre de armas nucleares (o una zona libre armas de destrucción masiva) en el Medio Oriente. Hay solo un obstáculo: que no lo permitirá EE.UU., que veta la propuesta cada vez que surge en los foros internacionales,
Se entiende bien la razón: es necesario proteger de las inspecciones el importante arsenal de Israel. EE.UU. ni siquiera reconoce formalmente su existencia. Hacerlo perjudicaría el enorme aluvión de ayuda norteamericana a Israel, que puede discutirse si viola las leyes norteamericanas, una puerta que no quiere abrir ninguno de los partidos políticos. Es otra cuestión que no se discutirá siquiera, a menos que la presión popular haga imposible suprimir eso.
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