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Las ilusiones perdidas

21 de junio de 2021

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Cuando hace ya más de treinta años se produjo la denominada “caída del muro de Berlín” –acompañada de la extinción de la Unión Soviética y la desintegración del campo socialista europeo– los ideólogos y teóricos del capitalismo neoliberal y sus inseparables compañeros, o sea, el imperialismo hegemónico en lo político y el dominio de las mentes en lo cultural, cantaron jubilosos y alborozados al extremo de predecir “el fin de la historia” y la eterna consagración de su dominio sobre el planeta.

Tres décadas después, vemos hoy como tales ilusiones están perdidas y las predicciones de entonces resultaron falaces, deviniendo en un estrepitoso fracaso. No pocas cosas ocurrieron en ese lapso relativamente breve, arrojando los resultados actuales en que las llamadas “potencias occidentales” agrupadas en el grupo de los Siete (G7) y su brazo armado, el pacto militar de la OTAN –ambos encabezados por Estados Unidos– se sientan obligadas a conjurarse colectivamente para enfrentar la nueva situación de un mundo que se les va de las manos.

Frente al multilateralismo que se consolida como tendencia mundial y regional y la toma de conciencia cada vez más firme acerca de la soberanía nacional y la igualdad jurídica entre todos los Estados –sean grandes o pequeños e independientemente de su sistema político, económico o social– el gobierno imperialista de Estados Unidos y algunos de sus socios más comprometidos hacen sonar las alarmas de que su hegemonía está en peligro y puede estar acercándose a su final en lo político, económico e ideológico, y ello hay que evitarlo a toda costa.

Los recientes acuerdos del G7 y la OTAN –que no todos suscribieron con el mismo entusiasmo– son clara muestra de la preocupación que les invade ante fenómenos indetenibles como, por ejemplo, el acelerado desarrollo y afianzamiento en todos los campos de China y Rusia, traducido en la ampliación de la influencia internacional, el prestigio y el respeto de ambos ante el resto del mundo.

Asia y África, no sin dificultades, reivindican su independencia y América Latina es un hervidero donde las corrientes anticapitalistas y antimperialistas crecen no solo desde los movimientos sociales y políticos sino también desde los gobiernos. Ni el Plan Cóndor ni la OEA logran dominarla.

El mundo ha entrado en una nueva etapa donde, según se demuestra cada día, las armas nucleares y las novedosas tecnologías de la comunicación, no son suficientes para la explotación y la dominación. Las ilusiones de hace treinta años fueron falsas y están completamente perdidas.

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