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Unos sí, otros no

27 de mayo de 2021

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Mientras Israel, con apoyo de Estados Unidos, masacra intermitente e impunemente a los palestinos, sin una consecuente intervención para impedirlo de la comunidad internacional, Naciones Unidas, la Unión Europea y el propio EE.UU. manifiestan su indignación y amenazan a los militares que acaban de repetir el golpe de Estado de hace ocho meses en Mali, inconformes porque las figuras gobernantes de la etapa transicional vuelven a adolecer de los defectos congénitos de corrupción, inoperancia y apatía ante los problemas de la población y la seguridad de una de las naciones más pobres del mundo, con alto índice de analfabetismo y agobiada por varias epidemias.

La disconformidad de los oficiales del ejercito con la reorganización del gobierno impulsada por el ejecutivo de transición, llevó a la detención del presidente Bah Nada y al primer ministro Mocar Oihane, quienes habían sido nombrados en septiembre pasado, con la tarea de hacer que el país retornara a un gobierno civil, tras el golpe de Estado de agosto del 2020.

La acción castrense, ilegítima ante los ojos de los países industrializados, ha llevado al presidente francés, Emmanuel Macron, a amenazar con sanciones y hasta una nueva intervención en su antigua colonia.

Todo lo anterior pone aún más en ascuas la situación de un país donde subyacen factores como la desunión étnica, descontento económico, control territorial limitado, corrupción e instituciones débiles, comunes en muchos países del Sahel.

Las respuestas dentro de las estructuras locales existentes están pobremente adaptadas para lidiar con el creciente caos. Esto provocó la ya mentada intervención francesa y la creación del G5 Sahel.

 

LA INESTABILIDAD REGIONAL

Para responder a las preocupaciones de seguridad colectiva, se esperaba desde hace dos años que una fuerza militar especial de las cinco naciones del Sahel aumentara las operaciones en zonas de conflicto fronterizo, con el fin de superar rivalidades históricas

Esta organización castrense reunió a 5 000 militares, oficiales de policía, gendarmes y agentes de patrulla fronteriza de los cinco estados para operar en las áreas Liptako-Gourma, la ubicada entre Mali y Mauritania (especialmente el Bosque Wagadou) y la Cuenca del Lago Chad.

A medida que los militares nacionales se desplegaron en estos frentes fronterizos, la entidad buscaba aliviar algunas de las tensiones en los estados. El ejército propenso a los golpes de Níger, por ejemplo, repelió a los insurgentes en tres frentes: la frontera entre Malí y Níger, el Paso de Salvador entre Libia y Níger y la Cuenca del Lago Chad, mientras intentaba hacer frente a la migración irregular que pasa por su centro en Agadez.

El mandato de la organización militar tenía como objetivo llenar un vacío importante entre las fuerzas nacionales al participar más directamente en operaciones de contraterrorismo en áreas de difícil acceso y zonas fronterizas que están fuera del mandato de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA).

La represión de los flujos de armas desde Libia y el cierre de la frontera entre Chad y Nigeria han alterado los patrones de empleo estacional de los migrantes chadianos y han reducido el valor lucrativo del comercio de ganado.

Las poblaciones locales soportan la carga de las medidas restrictivas de estado de emergencia en la Cuenca del Lago Chad, como la prohibición del comercio de verduras y pescado, que se cree que está gravada por los insurgentes de Boko Haram.

Los reasentamientos forzados en la región han dejado a decenas de miles de personas sin medios de subsistencia, y como el 80% de la población depende de la agricultura, Boko Haram sigue siendo uno de los últimos empleadores locales. La prohibición de las motos en la región de Mopti, en el centro de Malí, destinada a reducir la actividad de los grupos armados, ha impedido a los agricultores acceder a tierras remotas y ha contribuido a la inseguridad alimentaria.

Esta situación, de una u otra manera, se mantiene y sigue golpeando al pueblo maliense, que no encuentra la forma de vivir en paz, con solo la atención internacional, cuando se presentan casos como este nuevo golpe de Estado, incumplidor de las reglas “democráticas” que impone Occidente a unos, pero a otros no.

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