Siria: la guerra y las urnas
25 de mayo de 2021
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Estados Unidos y algunas naciones europeas, que aplican severas sanciones a Siria porque han apostado a derrumbar el gobierno de Bashar al Asad, ahora arremeten contra las elecciones presidenciales en la nación árabe, a celebrarse este 26 de mayo.
Si el pueblo acude a las urnas, se condena y al actual gobierno y se le acusa de «dictatorial». Son las formas de interpretar la vapuleada palabra democracia, que desde Occidente se invoca.
A Washington le interesa mucho una Siria desestabilizada, sin un gobierno firme, para mantener su presencia militar ilegal en esa nación, apoderarse —o mejor dicho robarse— su petróleo y trigo, y financiar a grupos terroristas que luchen contra las fuerzas armadas sirias. Para ellos no cuentan las muertes de miles de civiles —daños colaterales— como lo llama el Pentágono.
Por estos días, antes de la cita a las urnas, Hammouda Sabbagh, presidente del Consejo Popular de Siria, llamó a todos sus compatriotas a acudir a emitir su voto para elegir al presidente.
El Tribunal Constitucional Supremo de Siria anunció que tres candidatos habían sido aceptados para presentarse en las elecciones. Son ellos, el actual mandatario y aspirante por el partido Baaz Árabe Socialista, Bashar al-Asad, el independiente Abdulah Saloum Abdulah, exviceministro de Asuntos Parlamentarios y el líder opositor Mahmud Marai.
Algunos sectores contrarios al gobierno y aliados de Washington, se empeñan en descalificar estos comicios por considerar que el «Parlamento y el gobierno del presidente al Asad no tienen legitimidad». Con igual retórica se pronunció la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Linda Thomas Greenfield, cuando aseguró que «estas elecciones no serán libres ni justas».
Y resulta totalmente inmoral y perverso que quienes cuestionan el proceso democrático en la nación árabe, sean los mismos que han apoyado financieramente y organizado a grupos terroristas que han provocado ya más de 400 000 muertos, cientos de miles de heridos y más de seis millones de desplazados en su territorio, tras una década de hostilidades.
Parece no interesar a Occidente el hecho de que la guerra impuesta en Siria ha llevado a ocho de cada diez personas bajo el umbral de la pobreza.
Según datos actuales, hay un estimado de 12,4 millones de personas sirias con inseguridad alimentaria, mientras 2,5 millones de niñas y niños no asistían a la escuela por causa del conflicto armado.
De los 21 millones de habitantes que había antes de la guerra, 6,6 millones de personas han huido de Siria para buscar refugio en el extranjero, principalmente en los países vecinos, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
La nación árabe ha perdido, además, una parte importante de su patrimonio, tanto nacional como universal, a causa de los bombardeos de la aviación estadounidense y los ataques de grupos terroristas.
En esta guerra contra la nación siria, a solicitud del presidente al Assad, tanto Rusia como Irán, han prestado solidaridad y ayuda militar, para enfrentar de conjunto a los grupos terroristas.
Desde el principio de su participación en la guerra en septiembre de 2015, Rusia anunció que envió más de 63 000 militares a Siria, además señaló que la Fuerza Aérea Rusa realizó alrededor de 39000 incursiones, en las que abatieron a más de 86 000 terroristas y destruyeron 121 466 objetivos de los grupos armados.
Hoy, cuando las elecciones presidenciales se celebran en medio de la guerra, se observa una clara determinación del pueblo y gobierno sirios, de consolidar la democracia que Occidente cuestiona.
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