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Martí en dos ríos: del 15 al 19 de mayo

25 de mayo de 2021

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Posible apariencia de José Martí durante los últimos meses de vida. Reconstrucción realizada por Jorge Chinique y Luis Rodríguez.

Posible apariencia de José Martí durante los últimos meses de vida. Reconstrucción realizada por Jorge Chinique y Luis Rodríguez. Foto tomada del Portal José Martí

 

En tres líneas del diario Martí recoge la tranquila mañana del miércoles 15 de mayo de 1895: “La lluvia de la noche, el fango, el baño en el Contramaestre: la caricia del agua que corre: la seda del agua.” Así, tras andar por la tierra fangosa del campamento, vive un momento, agradable, de indudable disfrute: el baño en el río cercano. Sigue a la espera de Bartolomé Masó, de cuya cercanía tiene noticia por el regreso en la tarde de de la guerrilla salida el día anterior al mando del general Máximo  Gómez.

El campamento se agita con la llegada de ese grupo que trae un convoy ocupado en las cercanías del pueblo de Baire: se reparten telas, velas, y el cocinero español  recibe cebollas, ajos, papas. Todos toman un “mal vino dulce”. Los que llegan cuentan que una tropa española de unos 500 hombres continúa abasteciendo sus fuerzas escalonadas por el camino real de Bayamo hacia Santiago de Cuba y que Jesús Rabí, mambí de las tres guerras atacó un tren en San Luis.

En las anotaciones finales de ese día, siempre interesado en la historia patriótica, Martí escribe el relato de la muerte de Limbano Sánchez, quien desembarcó en la región oriental en 1885 con una pequeña expedición diezmada por el enemigo. No aparece el nombre del narrador en el campamento, quien da como fuente a un práctico de Mayarí: Limbano no murió en combate; fue envenenado por un traidor y luego  baleado para hacer creer que cayó en acción de guerra. Tristes recuerdos cierran aquel día de paz.

El 16 Gómez vuelve a salir del campamento, no sin antes registrar a varios combatientes en busca de una botella de grasa robada. Algunos comentan que quieren cariño y  no despotismo, y que el pueblo cubano pelea por un trato mejor que el recibido de los españoles y halla justo que le reconozcan  su sacrificio. A todas luces se han disgustado con la severidad del General en Jefe. Martí dice que los calma y agrega: “desvío sus demostraciones de afecto a mí.” Es apreciable que no desea estimular una comparación entre su persona y la de Gómez y que incita a respetar su autoridad de jefe militar supremo, cuyo regreso el mismo día anota, al igual que la partida del gallego José González, alcalde de La  Venta de Casanova, quien ha contado que los soldados andaluces allí destacados se quieren pasar a los mambises. Con tres palabras terminan los apuntes de aquel jueves 16 de mayo en el diario.

El viernes 17  Gómez vuelve a salir a aguijonear al convoy español salido de Bayamo al mando del coronel José Ximénez de Sandoval, la fuerza con la que chocarían dos días después. Martí trabaja con dos ayudantes que hacen copias manuscritas de sus Instrucciones a los Jefes y Oficiales. Le acompañan doce hombres en el campamento y tres de guardia en los caminos de acceso. José Rosalio Pacheco, el vecino de Dos Ríos, la trae el almuerzo al Delegado y este anota sus palabras: “por Vd. doy mi vida”  Arriban gente de Santiago de Cuba y de Jiguaní, con muchachos jóvenes. Cuenta de una campesina viuda, Rosa Moreno, que mandó a su único hijo de 16 años a la guerra diciéndole: “allá murió tu padre: yo ya no puedo  ir; tú ve”. El diario muestra así la impresión de su autor ante el patriotismo de su pueblo.

El relato de ese jueves culmina con el buen almuerzo para los visitantes: plátanos asados con tasajo de vaca majado. Y para Martí, “un jarro hervido en dulce, con hojas de higo.”

El sábado 18 de mayo no hay anotaciones en el diario. Posiblemente la venida esa noche de Masó con numeroso contingente se lo impidió, al igual que le cortó la carta a Manuel Mercado para dejarnos esa idea inconclusa en una coma: “Hay afectos de tan delicada honestidad,”.

El 19 tampoco hay apuntes en el diario. No hubo tiempo ante el regreso de Gómez, la reunión con Masó, las palabras de los tres jefes ante aquella tropa entusiasta que despegó a caballo, impetuosa, en busca del enemigo al oírse los primeros disparos de las guardias, que cruzó el crecido Contramaestre y que regresó a Dos Ríos  acongojada, triste, dolida por la muerte del Delegado y Mayor General José Martí sin siquiera podre rescatar su cadáver.

La noche de aquel domingo de mayo de 1895 el General en Jefe, Máximo  Gómez, escribió en su diario: “Ya nos falta el mejor de los compañeros y el alma podemos decir del levantamiento!…”.

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